Verdad y reparación
La agenda de las negociaciones de paz entre el
Gobierno Nacional y las Farc parece haberse quedado estancada en el tercer
punto, que parecía más sencillo y que, tras ser evacuado, permitiría meter el
acelerador a fondo y firmar defectivamente el acuerdo entre las partes.
El país no sabe a ciencia cierta que ha pasado
en La Habana en las ultimas semanas, la información que a veces se antojaba
permanente parece haber entrado en el congelador. No se sabe si es que no se ha
avanzado en el tema de la política antidrogas, que incluye dos temas sensibles:
los cultivos ilícitos y la legalización de la droga o la información interna
absorbió la generada desde Cuba.
Y no es para menos. El país hoy está en medio
de una avalancha de noticias que parece hacernos olvidar que hay unas
negociaciones de paz que pueden definir gran parte de nuestro futuro.
Y es que las “chuzadas” ilegales que, al
parecer, no lo fueron (incluyendo a los negociadores de paz tanto del gobierno
como de la guerrilla), el escándalo por presuntos actos de corrupción en las
FFMM, que ha producido la caída de varios generales y, el aplazamiento de la
fecha para votar la revocatoria del Alcalde Petro, entre otros, han copado la
agenda informativa en Colombia.
Mientras tanto, no se sabe qué tanto se ha
avanzado en el tercer punto de la agenda en La Habana y aunque se han escuchado algunas propuestas de las dos partes frente a
la política antidrogas, no se conoce ningún acuerdo oficial.
Los colombianos estamos esperando que haya
decisiones, que se avance y que, ya entrados en gastos, se defina si hay o no
un acuerdo de paz, no a cualquier precio, sin concesiones que generen
impunidad, pero sobre todo que haya verdad y reparación.
Unas negociones que no garanticen a las
victimas de las Farc verdad y reparación, están llamadas al fracaso porque no
se trata de una paz sincera en la que se pueda creer y, entonces, la
desconfianza será permanente y quedaría la sensación que lo único que buscaba
la guerrilla era impunidad, unas cuantas curules en el Congreso de la República
y negarle a las victimas de sus actos terroristas el derecho a ser reparados
por 50 años de violencia.
Ojalá las aparentes buenas intensiones no se
queden en eso, sino que los colombianos tengamos una paz duradera y que le
garantice a nuestros hijos y nietos la posibilidad de vivir sin la permanente amenaza
terrorista de las Farc.
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