Elegir bien
Después del desastre de los gobiernos en los últimos 12 años en Bogotá,
estamos ante uno de los más grandes retos a nivel electoral.
Debemos elegir bien y no permitir que nuestra ciudad siga
camino al despeñadero porque hemos estado sometidos a un atraso en materia de
obras de infraestructura, además de otras decisiones que ponen en entredicho
nuestro futuro. Es nuestra responsabilidad escoger en las urnas a alguien que nos permita seguir el
desarrollo que venía teniendo la ciudad hace ya más de un decenio.
Es el momento de decidir y decidir bien. Necesitamos un
cambio urgente en el manejo de los destinos de Bogotá. No podemos seguir sometidos
a unos gobiernos que le apostaron al populismo y a generar confrontaciones
innecesarias de “clases”. Al contrario, se requiere un alcalde que una, que
promueva la inclusión sin odios, que nos permita crecer como ciudad y nos
garantice el desarrollo sin que esto se interprete como el beneficio a unos
pocos.
De los últimos 3 gobiernos en Bogotá queda un legado
importante que hay que continuar y es el trabajo que se ha adelantado en lo
social. Nadie desconoce algunos avances. El problema es que varios de
ellos son programas que se adelantaron
de manera improvisada y con los resultados no esperados.
Basta revisar, por ejemplo, la rebaja del valor del
pasaje en Transmilenio en horas valle que terminó por desfinanciar el sistema y
a pocos meses de acabar la administración Petro fue reversada. También hay
cuestionamientos al programa de atención a las personas que han caído en la
droga, Centros de Atención Móvil a Drogodependientes (CAMAD), porque
los resultados no son los adecuados y se limitó a otras tareas
diferentes a la rehabilitación que debería ser el objetivo final.
Esos apenas dos ejemplos de planes que se quedaron en
buenas intenciones o que hicieron parte del populismo con el que se gobernó,
especialmente, en estos últimos cuatro años. Y qué decir de la declarada guerra
al carro particular, el día sin carro ampliado a tres jornadas cuando los
ciudadanos votamos por una sola; la construcción de ciclovías en calles poco
transitadas por usuarios de la bicicleta y, en las que ahora, el caos vehicular
es grande, especialmente en horas pico. Nadie niega la necesidad de aumentar
los espacios para los usuarios de la cicla, pero de manera más organizada y
planificada.
Las pocas obras de infraestructura resultaron un fiasco.
Basta recordar lo que significó el carrusel de la contratación para la ciudad,
la demora en la ampliación de las estaciones de Transmilenio y la construcción
del deprimido de la 94 con la NQS, por ejemplo.
No solo tuvimos que enfrentar la corrupción, la
ineficiencia o la falta de planeación, se nos embarcó en discusiones
innecesarias bajo la excusa de la igualdad o el derecho de las minorías: la
consulta antitaurina y la construcción de viviendas para personadas afectadas
por la violencia en zonas de la ciudad
de estrato 5 y 6, por ejemplo.
No se construyeron nuevas vías bajo el supuesto de que
hacerlas beneficia únicamente a los “ricos” propietarios de carros
particulares, mientras el caos en la movilidad afecta a todos los estratos. Se
busca desestimular el uso del vehículo pero no se brindan alternativas reales.
No hay buen servicio público de
transporte, Transmilenio no da abasto y los enormes trancones no han tenido
solución. Ni metro, ni nuevas troncales.
Bogotá retrocedió y es el momento de
pensar bien el voto. El 25 de octubre debemos decidir a conciencia, pero bien.
No podemos dejar que la ciudad siga desmejorando. Necesitamos un cambio.
Tenemos en nuestras manos la decisión: 12 años más de desgobierno o elegir a
alguien que recupere el tiempo perdido. Alguien con la experiencia suficiente
para gobernar la ciudad y que retome el rumbo. Que una, no que divida.
Necesitamos un alcalde con capacidad y experiencia por eso es hora de elegir
bien.
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