24 meses de ausencia
Hace dos años emprendí una lucha que parecía imposible de
transitar. De hecho, muchos de ustedes y unos cuantos extraños se sorprendieron
que comenzara ese camino. Precisamente, en ese proceso, fui sumando nuevos
conocidos que se convirtieron en amigos y amigos que pasaron a ser ausentes.
Todo hizo parte de una situación dolorosa que me dejó múltiples heridas,
palabras dichas y palabras silenciadas, gritos ahogados y silencios
prolongados.
En estos más de 24 meses de lucha contra la sinrazón tuve
a mi lado a mi hijo Juan Camilo a quien amo y respeto y, a quien debo darle
muchas gracias por su permanente acompañamiento. También estuvieron conmigo mi
familia, así como los buenos (as) amigos (as).
Quiero darle gracias a Nancy Minaya, porque a pesar de la
distancia hace parte de esta historia; a Don Miguel Tieck, a su novia (Tata) y
a su hijo (Nicolás), porque fueron ángeles que Dios puso en mi camino; a Carol Ramírez, a quien quiero tanto; a
Cielo Pelayo, por estar siempre ahí; a la mujer de hermosa sonrisa que ya no
está; a Marcela Reina, por sus consejos; a Marcela Rivera, por su apoyo; a
Claudia Fino y a Nancy, por escuchar; a Yiya Gutiérrez porque su ayuda fue el
impulso para esta lucha; a Stefanie Ariza, hoy ausente; a Luz Marina Romero,
por cada lágrima vista; a Vivian Díaz por el respaldo; a Betty Romero, por
estar presente; a Richard Freddy Muñoz por sus palabras de apoyo y de fe; a
Yolima Herrera, por sus orientaciones legales.
Agradezco también a Harriet Hidalgo por escucharme; a
Margarita Insignares, por estar ahí, a Claudia Navas por escuchar; a Nuria
Asencio, por miles de palabras dichas; a Rubén Darío Mejía por cada palabra de
ánimo; a Robert Riscanevo y a Juan Carlos Ruiz por sus consejos; a Luis Enrique
Ramos por su acompañamiento; a Lina González por estar presente; a Maritza La
Rotta porque aunque hoy ausente, en el antes vio correr cientos de lagrimas; a
Anaisa Rivera, por cada palabra de respaldo; a Luisa Pulido hoy ausente (nunca
olvidaré lo que hizo por mi) ; a Evelin Anzola, a Yudy Cetina, a Mayra Colonia,
a Daniela Vargas por su apoyo. Y claro, a la Doctora Diana Múnera mi
abogada. Seguramente alguien me faltó,
por eso, ofrezco excusas.
Fueron dos años en los que recorrí un camino doloroso, no
hubo tregua, no hubo momentos en los que pudiera evitar los sobresaltos, todos
fueron igualmente difíciles. Dios evitó daños colaterales en mi existencia,
pero no puedo negar que me hubiera gustado no estar aquí para atravesar ese
trayecto de mi vida.
Miles de palabras escritas se convirtieron en
“Sentimientos Encontrados” historias nacidas de una ausencia y plasmadas en mi
libro. Sí, es una ausencia que muchos de ustedes conocerán hoy por primera
vez a través de este escrito.
Fue una lucha por alguien que perdí, alguien que existe,
alguien por quien guardé un luto a pesar de estar vivo. “Vivió el peor de los
lutos, el que se guarda por una persona viva”. Fue alguien a quien hace más de
dos años le escribí “Carta a un hijo ausente” publicada en mi blog
(http://tipeandohistorias.blogspot.com.co/2015/02/carta-un-hijo-ausente.html).
Es una persona real que fue soñado y anhelado y, por quien rogaba a Dios a
diario para que lo guardara y lo protegiera.
No puedo negar que muchas veces perdí la fe, de hecho aún
la tengo refundida, pero a pesar de eso en las mañanas me hincaba para elevar
una plegaria pidiendo que no se me negara el derecho a abrazar a quien estaba
lejos y pedía un acto de justicia ante la imbecilidad, la estupidez y el
egoísmo.
Hace cerca de dos meses y después de transitar por un camino
doloroso, una juez decidió a mi favor la demanda que instauré hace más de un
año y ordenó que el ausente tuviera mi apellido. Se me había negado ese derecho
y luché hasta alcanzarlo.
Escribí miles de palabras que hoy hacen parte de mi libro
que quise dedicar al lejano, pero no lo pude hacer. Muchas veces lloré, muchas
veces creí desfallecer, muchas veces no quise ser más, muchas veces reclamé a
Dios un acto de justicia hacia los causantes de ese dolor.
Por eso, quiero reiterar mi agradecimiento hoy a mi hijo
Juan Camilo, a mi familia y a ustedes amigos y amigas. Gracias por ese apoyo,
por sus oraciones, por cada consejo o por cada regaño, por haber sido un paño
de lágrimas, por los minutos y por las horas dedicadas.
Después de ese tiempo de lucha, quiero decirles que ese
hijo ausente lleva por nombre Ismael y por apellido Contreras; y que el pasado
sábado (3 de octubre) día en el que cumplió dos años, pude verlo por segunda
vez y que fui feliz al tomar su mano, verlo reír, saltar, correr y hasta llorar.
Y aunque la lucha sigue porque volvieron a cerrar la puerta, debo decir con
orgullo: Bienvenido Ismael Contreras a
la familia.
Comentarios