¿Paz armada?
Los colombianos nos levantamos el pasado 23 de marzo con la
expectativa de un anuncio positivo en relación con las negociaciones de paz
Gobierno-Farc. Aunque estábamos advertidos que no habría firma definitiva del acuerdo,
a pesar de que así nos lo habían prometido las partes, esperábamos al menos algo
que nos hiciera recuperar la fe en el proceso.
Pero no hubo tal. No hubo ni firma ni algún anuncio que
nos permitiera vislumbrar una salida al embrollo en el que se encuentran las
negociaciones desde hace unos meses y, que obligó al Presidente Santos a enviar
a su hermano Enrique para un encuentro de emergencia con el máximo líder de las
Farc, alias “Timochenko”.
En La Habana, la mañana transcurría y no pasaba nada
extraordinario, salvo movimientos esporádicos, caras largas y la ansiedad por
conocer buenas noticias. Esa rutina mañanera se rompió con las declaraciones de
alias “Pablo Catatumbo” que parecían sentenciar lo que estaba sucediendo en la
mesa.
“No habrá firma de acuerdo ni cese bilateral del fuego”: dijo. El panorama se ensombreció y las preguntas no se
hicieron esperar. ¿Estaban tan grave las cosas? ¿Cuál sería el anuncio
entonces? ¿Qué estaba pasando en
realidad?
Como si el panorama sombrío fuera poco, se agregó la
espera de una rueda de prensa citada inicialmente parta las cuatro de la tarde.
Cerca de tres horas después Humberto de la Calle, jefe negociador del gobierno,
acompañado de los restantes miembros de la mesa, nos aterrizó: las cosas no
estaban bien.
En su declaración justificó nuevamente la no firma del
acuerdo, pero fue más allá. Dejó en evidencia algo que era un secreto a voces y
que nos hace ver que las cosas no están bien y que la paz prometida no está tan
a la vuelta de la esquina. De la Calle admitió que aún hay “diferencias
de fondo” en la mesa de negociaciones y que “no vamos a llegar a cualquier
acuerdo con las Farc”. Y como si
faltara le pidió a los colombianos algo más: “Necesitamos tiempo para lograr
un acuerdo” aunque quiso dejar claro que: “No estarán las partes
indefinidamente en La Habana”.
Lo que más llamó la atención y lo que está centrando la
atención de los colombianos es ese punto de la declaración oficial en la que se
advierte que “la dejación de las armas es condición para el fin del conflicto”. ¿Esa
es la diferencia de fondo más grande? ¿Ese es el escollo más difícil de
superar? ¿Qué tan grandes son las otras diferencias de fondo?
Y es que, en realidad, este tema es muy grave. ¿Las Farc están
pensando en no hacer dejación de armas? ¿Habrá una paz armada? ¿Se repetirán a
diario las imágenes de El Conejo, Guajira? ¿Harán política armados? ¿Las zonas
de concentración serán repúblicas independientes con hombres armados? ¿Las Farc
van a mantener sus fabricas de armas no convencionales?
El país no puede tolerar eso, debe exigir no solo la dejación
de armas (que significa en la práctica que las Farc las mantengan en su poder) sino
llegar incluso a la entrega de las mismas, de lo contrario corremos el riesgo
permanente de que la sociedad tenga un arma apuntándole a la cabeza.
¿Quién garantiza que con la firma del acuerdo, pero aún con
armas, las Farc no vuelvan a secuestrar o extorsionar como sucedió en el Caguàn?
O, incluso ¿Vuelvan a incrementar su aparato de guerra?
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