Cuando 2 y 2 son 5: Sobre los diagnósticos de la realidad del país

Por: Alba Lucía García S.
Twitter: @albaluc1a

La palabra diagnóstico, utilizada en distintos ámbitos de la vida, tiene su origen etimológico en la unión de tres vocablos griegos: el prefijo dia- que significa “a través de”; la palabra gnosis que es un sinónimo de “conocimiento”, y el sufijo -tico que se define como “relativo a”. Por ello se define como el análisis que se realiza para determinar cualquier situación, por regla general sobre la base de datos y hechos recogidos y ordenados sistemáticamente, que permiten juzgar mejor qué es lo que está pasando.

Por regla general, la primera asociación que hacemos de esta palabra es con las visitas al médico donde, tras una serie de exámenes, se nos informa sobre el estado de nuestra salud, y a partir de este diagnóstico se establecen una serie de recomendaciones que buscan mantenerla en niveles óptimos. Pero más allá de lo que corresponde específicamente a la medicina, la noción de diagnóstico puede utilizarse en el lenguaje coloquial como sinónimo de análisis o investigación. Y es en entender la importancia y el contenido de este concepto que estamos fallando en el país.

Cada vez que se decide tomar una decisión que tenga un impacto político, económico, jurídico o social, nuestros gobernantes deberían hacer un diagnóstico serio sobre la realidad en la que se basan dichas medidas, las causas y las consecuencias que pueden tener. Conocer de manera auténtica el contexto implica comprender verdades que en ocasiones no nos gustan, que son contrarias a nuestros intereses o creencias, o que simplemente nos sacan de nuestra zona de confort.

En nuestro país, es imperante la necesidad de hacer verdaderos diagnósticos. Tenemos que dejar de engañarnos a nosotros mismos, debemos empezar a construir fuentes de datos que reflejen un verdadero conocimiento, y no simplemente apreciaciones desde distintos puntos de vista. Es urgente para el país contar con insumos reales de datos que caractericen la demografía colombiana a escala nacional, territorial y local; y que estos puedan ser contrastados abiertamente con otras fuentes de tipo oficial, académico o privado, para corroborar que los resultados son similares, o en la medida de lo posible iguales.

No se puede seguir avanzando por la senda de los diagnósticos hechos “a la medida”, aquellos que se ajustan a la necesidad del momento, al gobierno de turno, al llamado de los medios de comunicación o a las redes sociales. A los diagnósticos improvisados que ignoran la historia o cuentan una nueva versión de ella, generando confusión y en muchas ocasiones mentiras que a diferencia de la frase “una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”, jamás se transforman en realidad. Debemos dejar a un lado esa actitud tan nuestra de decir que todo está bien, de asumir que somos los mejores, o que vamos por buen camino; también hay que reconocer los errores, los defectos, las fallas, en aras de avanzar. Queremos en muchas ocasiones tapar el sol con un dedo, que siempre se nos felicite y halague, pero nos molesta reconocer y enfrentar las cosas negativas.

Urge empezar a tener claridad sobre la situación real en la que se encuentra Colombia en términos políticos, económicos, jurídicos, sociales, etc. No podemos seguir creyendo que dos más dos son cinco. Los diagnósticos de los entes públicos deben ser transparentes y permitirnos conocer, sin ningún velo o sesgo, el estado del Estado. Solo cuando reconozcamos la importancia de tener este tipo de diagnósticos como ciudadanía, es que podremos juzgar si las decisiones de nuestros gobernantes han sido acertadas o no, si han respondido a nuestros intereses o han defraudado nuestra confianza.

La invitación es para todos aquellos que trabajan en la realización de informes y estadísticas. Los colombianos merecemos saber la verdad, entender lo que está pasando, dejar de adornar la realidad y de una vez por todas asumir que dos más dos son CUATRO, y no los CINCO que nos quieren diagnosticar. 




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